«Sucederá en los últimos días -dice Alaha- que derramaré mi espíritu sobre toda carne; sus hijos y sus hijas profetizarán; sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños. En esos días derramaré mi espíritu sobre mis siervos y sobre mis siervas, y profetizarán; pondré maravillas en el cielo y señales en la tierra; sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes de que venga el día grande y terrible de Mar-Yah; y acontecerá que todo el que invoque el nombre del Señor; será salvo». (Hechos 2:17-21; Joel 2:28-29)
No te desanimes ni pienses que has sido olvidado simplemente porque no has recibido una revelación directa del Creador. Su amor y guía no se limitan a manifestaciones dramáticas o extraordinarias. El Creador, en Su infinita sabiduría, nos ofrece una multitud de formas de discernir Su voluntad y reconocer Su presencia en nuestras vidas.
El Espíritu Santo obra en nuestro interior, a menudo a través de impresiones sutiles o una voz tranquila que puede ser audible al oído o profundamente sentida en el corazón. Estos momentos de inspiración no son menos divinos que las proclamaciones resonantes desde el cielo, pues nos acercan a Él y guían nuestro camino con claridad y paz.
Además, Alaha ha revelado Sus verdades a través de otros a lo largo de la historia: profetas, apóstoles y santos que fueron movidos por Su Espíritu para registrar Su palabra. Cuando te acercas a estos escritos con oración, participas del mismo Espíritu que inspiró su creación. Estas revelaciones, aunque mediadas, siguen siendo vibrantes y relevantes, ofreciendo instrucción para tus circunstancias actuales y esperanza para el futuro.
Anímate, porque en la plenitud de los tiempos, como ha sido profetizado, cada uno de los hijos de Alaha experimentará una comunicación directa con Su voz. Hasta que llegue ese glorioso día, ten la certeza de que Su guía te rodea de innumerables maneras, desde las Escrituras y las tradiciones sagradas hasta los susurros silenciosos del Espíritu en tu alma. Confía en Su tiempo y permanece atento, porque Él nunca deja de tender Su mano a Sus amados hijos.