La Unidad de los Hermanos en la Cara del Mal

Las Sagradas Escrituras nos recuerdan constantemente que somos una familia en Cristo, y es en esta unidad donde encontramos nuestra fuerza para enfrentar las fuerzas del mal que se levantan contra nosotros. En el Evangelio de San Mateo, Maran Yeshúa nos dice: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20). Esta promesa de la presencia de Mshikha entre nosotros cuando estamos unidos es un recordatorio poderoso de que no estamos solos en nuestras luchas. Satanás y sus seguidores intentan dividirnos, sembrar discordia y debilitar nuestra fe. Pero sabemos que, unidos en el amor de Mshikha, somos invencibles.

Las fuerzas del mal en este mundo se manifiestan de muchas formas: a través persecución, la corrupción de los valores morales, y la propagación de ideologías que buscan destruir la familia y la fe. Es en estos tiempos que debemos recordar las palabras de San Pablo: «Revestíos de toda la armadura de Alaha, para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo» (Efesios 6:11). Esta armadura incluye la verdad, la justicia, el evangelio de la paz, la fe, la salvación y la palabra de Alaha. Pero también incluye nuestra unidad como hermanos y hermanas en Yeshúa. Los primeros cristianos, a pesar de las amenazas y la violencia, se mantenían unidos en oración y apoyo mutuo. Esta unidad fue su testimonio más poderoso y la fuente de su perseverancia.

Hoy, más que nunca, necesitamos seguir este ejemplo. Debemos apoyarnos unos a otros en la oración, en las obras de caridad y en la defensa de nuestra fe. No permitamos que las diferencias o los conflictos nos separen. Recordemos las palabras de Maran: «Un reino dividido contra sí mismo no puede mantenerse en pie» (Marcos 3:24).

Los días están por venir en que las fuerzas de Satanás se levantarán como nunca antes contra los creyentes. Pero no temamos. Maran Yeshúa ya ha vencido al mundo (Juan 16:33). Debemos permanecer firmes en la fe, unidos en el amor y la caridad, y confiar en la promesa de la victoria final.